Educación de Excelencia

Educación de excelencia es la clave. Aunque las tareas pendientes en temas de preescolaridad son muchos en Chile, algunos de los elementos fundamentales apuntan a mejorar la formación, el trabajo y los incentivos de nuestras futuras educadoras de párvulos.

Hace unos años, la llamada “Revolución de los pingüinos” convocó a más de 600 mil escolares de nuestro país y, de paso, se convirtió en la mayor protesta estudiantil de la historia de Chile.

Estas movilizaciones generaron tanto ruido que el 1º de junio de 2006, la presidenta Michelle Bachelet se dirigió a la nación en cadena voluntaria de radio y televisión para anunciar nuevas medidas sobre el acceso y la calidad de la educación.

A partir de ese momento, quedó en evidencia el absoluto deterioro de nuestra educación. Aunque se han tomado medidas, las soluciones de fondo aún no se materializan y los esfuerzos de este gobierno y de la clase dirigente en general, están lejos de cumplir con el mínimo.

Movimientos como Educación 2020, han surgido a raíz de estas deficiencias, y se han erigido como instancias importantes en pro del desarrollo de la educación escolar y universitaria en nuestro país.

¿Pero qué se ha hablado sobre la educación preescolar? Según nuestro parecer, bastante poco, más aún si se considera que los primeros años de vida en el ser humano son claves para alcanzar las máximas capacidades cerebrales.

Apuntando a la elite

Jessica Ovalle, educadora de párvulos de la PUC y una de las coordinadoras de Educación 2020, nos contó que decidió ingresar a este movimiento ciudadano en enero de este año, cuando constató el bajo puntaje que se requería en la PSU para entrar a estudiar educación.

“Es súper grave que quienes ingresan a esta carrera la tengan en décima opción y estudian esto porque no quedaron en otra de sus preferencias. Yo realmente creo que la educación es un motor de cambio, por lo tanto, me parece que si uno quiere gente de elite para educar, hay que ofrecerles algo mucho mejor”, explica Jessica.

En ese contexto, caben muchas de las propuestas que ha hecho Educación 2020. Una de ellas es la disminución del número de horas lectivas (en aula) y que aumenten las no lectivas, es decir, que los educadores tengan más tiempo para planificar o atender a las familias. Otra, es que se aumenten las remuneraciones del sector, para hacer más atractivo estudiar la carrera y, por otro lado, que se hagan pruebas de habilitación docente al finalizar las carreras y también al comenzarlas.

A potenciar la diversidad

Verónica Romo, directora de la carrera de Educación Parvularia de la Universidad Central, nos explica que lo ideal sería que cada educadora generara su propio proyecto educativo, según las necesidades e identidad cultural de cada grupo de niños y niñas, y con la riqueza que haya en ese entorno.

“Yo creo firmemente que el peor veneno que ha tenido la educación en Chile, y en el mundo, es que somos homogeneizantes y usamos la misma fórmula para todos, pero el niño promedio no existe, por lo tanto, tenemos que ser capaces de detectar lo que cada pequeño necesita”, dice Romo.

Con ella coincide Loreto Amunátegui, directora ejecutiva de Integra, quien nos cuenta que el programa de la Fundación se hizo hace seis años y tomó los contenido centrales de las bases curriculares, pero estos no necesariamente tenían la pertinencia en el ámbito cultural, y no tomaban en cuenta la diversidad geográfica, social y cultural.

Por esta razón, desde el año pasado, comenzaron el diseño de una flexibilización curricular que apunta a disminuir la homogeneidad en la enseñanza. “En ese marco estamos haciendo un piloto en más del 10% de nuestros establecimientos, prácticamente terminando la primera fase de pilotaje y en agosto, casi todo el país estará trabajando un currículum flexible”, señala Amunátegui.

Formando educadoras

¿Pero nuestras educadoras están en condiciones de elaborar proyectos propios? Jessica Ovalle explica que “con malas escuelas de pedagogía, no se puede pedir que se hagan reflexiones a gran nivel sobre la educación preescolar chilena y, en específico, en la formación que reciben las futuras educadoras. Para eso proponemos una prueba de habilitación docente al finalizar las carreras, y aunque el Programa Inicia ha hecho bastante con eso, creemos que aún falta mucho”.

“Es por ello que debe haber un cambio en la formación de las futuras educadoras”, dice Verónica Romo. “Hay que formarlas en la línea de que somos profesionales de la educación y, por lo tanto, debemos ser capaces de generar procesos desde la investigación de cada realidad en particular: cómo piensa cada niño, cuáles son sus necesidades, y esto, hacerlo como grupo y como individuos”.

Ety Paniagua, directora de estudios de programa de Integra, coincide con Romo, pero recalca que si en la universidad no se les enseña a las estudiantes qué es un currículum y cómo se construye, “difícilmente podremos hacer que lo apliquen cuando trabajen. Actualmente se está formando a educadoras que conozcan las bases curriculares y las implementen desde una mirada instrumental, pero lo que tiene que ver con la reflexión para llevar adelante un programa no sé si se está dando”.

Falta cantidad y calidad

Una de las claves –explica Verónica Romo- es el apoyo a nivel del estado. “Se han estado haciendo esfuerzos por contratar educadoras para salas cuna. Antes, en Junji había una de ellas por cada dos salas y, obviamente, así no podía haber una educación de calidad. Sin embargo, mi temor es que, al igual que se ha hecho en Integra, se les dan recetas, porque no todas son aplicables para los niños, por lo tanto, es labor de cada educadora detectar quiénes las siguen y quiénes no, para así generar las estrategias enfocadas en esos niños en específico. El tema de la diversidad es clave si queremos mejorar la educación”.

Aunque Ety Paniagua coincide con Verónica Romo, aclara que en Integra existe un déficit de 1500 educadoras. Lo que inevitablemente repercute en la elaboración de un programa de pertinencia social y cultural.

“Para hacer esto, tú tienes que tener a alguien que pueda llevar adelante ese proyecto. Te cuento un dato. Cuando comenzó la Reforma Curricular Chilena en 1996, que dio la posibilidad de que cada colegio hiciera su propio programa, para 1997, sólo el 7% lo había hecho. Y estamos hablando de colegios con una cantidad adecuada de profesionales. Aunque no es la idea desmerecer a un técnico, quien debe desarrollar un programa es la educadora y, como te contaba, aún tenemos un déficit”.

Las propuestas para una educación de excelencia

Paz Valverde, docente de la facultad de educación de la Universidad Católica y doctora en ciencias de la educación de la Universidad de Montreal, explica que un elemento fundamental en la educación es la familia, “pero lamentablemente el trabajo coordinado entre ellos y los jardines, es algo que en la práctica se disocia”. (Ver recuadro).

En cualquier caso la docente dice que sería bueno fomentar en las futuras educadoras elementos como la búsqueda de la educación continua que reflexionen sobre la investigación-acción y que siempre estén informadas sobre las nuevas tendencias en educación.

Verónica Romo cree que, de alguna manera, hay que obligar a las educadoras a que den un vuelco en sus prácticas pedagógicas, y eso significa que generen sus propios proyectos educativos. “Esa misma perspectiva debe estar desde los inicios de su formación y que esa labor es ser un profesional, lo otro es ser un técnico. La responsabilidad del educador es que el niño aprenda y se desarrolle integralmente”.

“Chile y este gobierno – cuenta Loreto Amunátegui – son reconocidos afuera por lo que se ha hecho en educación y atención inicial. En cualquier caso, sería bueno establecer vínculos entre Integra y las instituciones formadoras, para ver cuáles son las necesidades de las educadoras de párvulos en estos momentos. Por otro lado, la educación es dinámica, lo que obliga a seguir mejorando en cuanto a la pertinencia. Constantemente estamos haciendo pasantías internacionales y revisiones para ir perfeccionando las acciones a aplicar en los primeros tres años de vida de los niños, que es donde se forma el 70% del cerebro de su cerebro”, concluye la directora de Integra.

Involucrar a las familias

Al parecer, uno de los elementos clave en la formación de los niños es la conexión y el trabajo en conjunto que se haga entre la casa y los jardines. Loreto Amunátegui, explica que “hay elementos que las mallas curriculares no contemplan, como el trabajo en familia y, aunque está señalado en las bases curriculares y en las políticas públicas, es algo a lo que se le da muy poco valor”.

Paz Valverde cuenta que en experiencias realizadas en el extranjero se tiende a buscar relaciones más simétricas en el trabajo de conjunto entre padres y educadores, con lo que se obtienen muy buenos resultados.

“El problema es que en la formación de las educadoras, el énfasis está puesto en la relación con los niños y no con los adultos, por lo tanto, esa área debe fortalecerse en las nuevas propuestas curriculares a nivel de formación inicial. Por lo tanto, en las escuelas facultades debemos entregar las herramientas para trabajar con adultos, y eso es algo que hay que hacer en la formación de las educadoras”, puntualiza Valverde.

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